lunes, 27 de junio de 2011

Las noches de Flores I


En mi barrio hay dos rubros que abundan: los hoteles alojamiento y los geriátricos. De los primeros me abstendré de hablar, aunque implique perder lectores en este preciso instante. De los segundos diré que suelen tener nombres trillados, al estilo "Mi hogar" o "Dulce otoño" y así.
Cerquita tengo la excepción a la regla, un geriátrico llamado Hesse. No hay vez en que lea su placa en la fachada sin pensar en Hermann Hesse, autor alemán nacido en 1877 y al que tuve el gusto de conocer trabajando. Sus textos son de una poesía extraordinaria, teñidos de una profunda reflexión porque Hermann tenía una gran afinidad con la cultura hindú y las filosofías orientales. Seguramente habrán oído hablar de El lobo estepario, Siddhartha y El juego de los abalorios: son sus clásicos. Sin embargo, si quisieran iniciarse en la narrativa de este ganador del Nobel, les aconsejaría que lo hicieran con Narciso y Goldmundo o con Rosshalde. Son libros más sencillos, no tan místicos, absolutamente bellos e inolvidables.
Hermann Hesse, un verdadero pacifista, murió en 1962 en Suiza, donde se había refugiado de las guerras mundiales.

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