jueves, 30 de septiembre de 2010

Blogger f*cker

Hace mucho que no escribo nada... ¡porque este coso no anda bien! Tampoco me deja subir fotos. Pero quería que sepan que no me olvido; es más: tengo montones de cosas para contar... Espero que pronto se arregle :-(

lunes, 6 de septiembre de 2010

Hay dos cosas que me fascinan en esta vida, y ambas son probablemente las únicas que nos diferencian de los animales: el humor y el lenguaje. El primero es un bálsamo, el oasis en medio de la locura, del dolor o del sinsentido. Me encanta reírme y hacer reír. El segundo es cosa seria y sufro horrores cuando se lo arrastra por el lodo.
No crean que se trata de pruritos de correctora, no señor. El lenguaje es, simplificándolo bastante, un código. Yo escribo "agua" y vos leés "agua", y seguramente pensarás en Villa del Sur o en un bidón de destilada para la plancha. Pero escribo (o digo) "agua" y vos no pensás en un chancho, ni en una máquina de escribir, ni en nada que no sea "agua", y todo debido a un mecanismo muy básico: agrupé esas cuatro letras de modo tal de formar la palabra que quería expresar. Esa palabra, y ninguna otra. Pues si hubiera querido expresar otra, habría elegido otras letras y las habría combinado de otra manera.
Esto vale para una palabra o para una frase entera. Si tipeo "Me tiene harta la milonga de Papel Prensa", vos inferirás que me di una panzada con Telenoche o algo así, pero de ningún modo entenderás otra cosa, sencillamente porque dispuse cada elemento en la secuencia apropiada. Y, además, la ortografía es la correcta. No escribí "Presa", sin la n, porque son cosas distintas. Tampoco puse "arta", que es un vocablo que no existe. Y mucho menos violé el adecuado espacio entre palabras, fundamental para que no se te crucen los ojos leyendo "lamilongade", un engendro que parece sacado de otro idioma.
Bien. El lenguaje, decíamos, es una convención. Los hablantes nos hemos puesto de acuerdo en que el método es éste (y no otro), ya sea que nos comuniquemos mediante papiro, e-mail, paloma mensajera o diálogo en vivo y en directo. ¿Y por qué hemos llegado a este acuerdo? Por una única razón: para entendernos.
La vida está llena de convenciones. Sin ir más lejos, cuando jugamos a la escoba de quince todos los participantes estamos de acuerdo en que el Caballo vale 9. Y que, por ejemplo, cuando le agregás un 6 estás formando un juego válido. ¿Pero qué pasaría si uno de la mesa insistiera en querer levantar el 6 con un 3? Le replicaríamos que no es posible, que así no se juega, que no entendemos qué cuernos quiere hacer… y que con la violación de esa regla está habilitando el camino para que los jugadores hagan lo que se les antoje. Y así no se puede jugar. Estaríamos haciendo cualquier otra cosa, pero jugar, lo que se dice jugar, no. El díscolo de la mesa no se rinde, sin embargo. Se emperra en hacer un zafarrancho con las cartas bajo el argumento de que no importan las reglas, que él juega así y punto, y los demás que se arreglen.
[Ahora voy a repetir el párrafo anterior cambiando algunas palabritas. “¿Pero qué pasaría si uno de la mesa insistiera en querer escribir ‘güebo’? Le replicaríamos que no es posible, que así no se escribe, que no entendemos qué cuernos quiere decir… y que con la violación de esa regla está habilitando el camino para que los jugadores escriban como se les antoje. Y así no podemos comunicarnos. Estaríamos haciendo cualquier otra cosa, pero comunicarnos, lo que se dice comunicarnos, no. El díscolo de la mesa no se rinde, sin embargo. Se emperra en hacer un zafarrancho con el lenguaje bajo el argumento de que no importan las reglas, que él escribe así y punto, y los demás que se arreglen.”]
Claro que todo puede empantanarse aun más si entra en escena la puntuación. Porque una burradita, una pifiadita con el teclado se la manda cualquiera… pero no puntuar correctamente puede ser catastrófico. Pues te leo y te releo, y francamente no te entiendo. No sé si estás negando, afirmando o preguntando. No sé si me insultás, si estás a favor o en contra, si estás triste o alegre. Qué jodido, ¿no? Culpa o no de las nuevas tecnologías, la gente escribe como habla, tirando por la borda toda convención y excusándose impune: “Bueno, che, yo escribo así. No es tan grave, boló”.
Así escriben, efectivamente. Se puede apreciar muy bien en este párrafo que levanté de Internet hace un tiempo:

No pude ver el video por experiencia personal,no establecer relaciones de amistad con sus empleados,nodejarse seducir òr ninguna mujer,incluyendo secretaria,to no he sido traidora en 5 años,pero conozco una que lo fue a poco tiempo de conseguir el trabajo,en fin ,debo decir que somos mujeres,no escuchar comentarios maliciosos,no creerse superior a tudos en todo sentido,no ser soberbio,no abusar de poder,no ser antipático,no ser indiferente a los problemas de sus empleados,no aumentar sueldos para ganarse simpatías,NO GEMOSTRAR JAM´AS INSEGURIDADO DEBILIDAD,no ser violento,finalmente no ser distraído rn ningún sentido,iodo esto no implica que pueda demostrar que es un der humano como todos.

Repito: no te entiendo. Y si no te entiendo, la comunicación fracasa. Una pena, porque se supone que ya evolucionamos bastante y estaría bueno que dejemos de hacernos señas como los simios. Quizá lo que escribiste es una simple notita para el sodero. Pero quizá es una carta pidiendo un ascenso o declarándote al amor de tu vida. Y vos por ahí tan campante, creyendo que tienen que comprenderte.
Pocas cosas hay tan maleables y tan rígidas como el lenguaje. Está hecho de mil reglas, a cuál más implacable, y sin embargo, en un texto bien escrito, todas quedan ocultas.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Ranking de hijos de puta

1. Jorge Rafael Videla

2. Los porteros que "riegan" generosamente con manguera las veredas, en un día de lluvia torrencial como el de ayer

3. _ _ _ _ _ (completen con lo que consideren apropiado)