jueves, 4 de marzo de 2010

Sorry, I am lost too

No he sido una gran seguidora de series norteamericanas, pero he visto unas cuantas entre comedias y dramas, y puedo jactarme de haber elegido bien. La mayoría han sido éxitos de crítica y público, a ninguna la suspendieron por la mitad (lo que suele considerarse buen síntoma); es más: de muchas me atraía la primera promoción que se hacía, cuando todavía no se sabía demasiado sobre trama, actores, esas cosas que por lo general te deciden.
Así fue con Lost. Mi primer contacto con ella fue la foto de una isla ploteada en un bondi que vi de refilón cuando salía de casa. Me dije: "Hay que verla". Y ahí empezaron seis años de limadura de cerebro.
No voy a negar que las primeras tres temporadas me parecieron exquisitas, con las dosis justas de suspenso, romance, acción, esoterismo... Cada episodio me dejaba con ganas de más. Me parecía genial la combinación de drama humano y condimentos sobrenaturales. Si alguien me preguntaba de qué se trataba la serie, era muy fácil resumirlo en unas pocas frases: "Un avión se cae sobre una isla que está medio embrujada, donde aparentemente se hicieron experimentos científicos. La convivencia de los sobrevivientes se va mechando con flashbacks de sus vidas, a cuál más alucinante, y parece que todos se han cruzado antes alguna vez". Lo mismo con lo que te generaba como espectador; resultaba sencillo reclutar nuevas víctimas diciendo: "Llorás, sentís intriga, te ves desafiado a resolver los enigmas, te da miedito... todo eso junto".
En el cuarto año (el previsto originalmente para el final) se volvió cuesta arriba. La razón es obvia: los productores empezaron a estirarla tipo tira de Pol-ka porque facturaban a lo loco. Se anunció que seguiría hasta una sexta temporada, lo cual era todo un reto incluso para mí, que me considero una persona memoriosa y capaz de seguir argumentos intrincados. Recuerdo haber leído un artículo de Stephen King (¡nada menos!) que decía, palabras más o menos, algo así como: "Señores guionistas: me encanta Lost, pero es evidente que están un poquito cebados y más de un televidente se les va a piantar. Vayan cortándola acá, porque les va a pasar lo mismo que a X-Files" (serie que no vi, pero sus seguidores perjuran que por estirarla terminó como la mier, argumento y personajes desdibujados entre otras calamidades).
Tuve que ver la quinta temporada porque me sentía como cuando estás en la parada del colectivo esperando una eternidad y te decís: "No estuve tanto tiempo acá para irme justo ahora. Además, si me voy seguro que aparece, el muy turro". Y ahora estoy bancándome la sexta por la misma razón, y eso es lo que me jode de Lost: que me haya sacado las ganas de verla porque sí, porque está buenísima, porque me encanta, y no porque hay que terminarla como sea. Supongo que siempre existe una primera vez para todo, y ésta debe ser una de ellas. Y mirá que le pongo garra... pero igual parezco un clon de Karina Jellinek mientras la miro. ¡A veces no entiendo una pepa! De manera que si la mitad de los enigmas quedan sin resolver supongo que no me dolerá demasiado, simplemente porque ya no me acuerdo ni de cómo empezaron.
Mi bronquita es, en realidad, más profunda: siento que me han embaucado con el género en que se suscribe Lost. Hay algo que ni los más fanáticos podrán negarme: las proporciones de drama humano y condimentos sobrenaturales se han invertido, y hace rato que todo es saltos en el tiempo, islas que desaparecen, muertos que resucitan... en fin, rasgos distintivos de la más pura ciencia ficción, área que no me simpatiza. No fue así como me la vendieron al principio; de lo contrario, ni la hubiera empezado.
Bueno, los dejo porque el deber me llama. Ya arranca un episodio y me parece escuchar una gran licuadora donde se mezclan Asimov, Bradbury, el DeLorean de Volver al futuro, Alberto Migré, un fasssso gigante, una humareda para matar todos los mosquitos del Tigre y un imán tamaño baño.

Ma sí, métanse al agua y mátense...