viernes, 13 de noviembre de 2009

Band of brothers

Año 1978

Hoy es el cumpleaños de mi hermano. Le llevo cuatro años y cuatro meses. Desde que supe que iba a tener un hermano, me copé con la idea y seguí de cerca la panza de mamá. Nació un domingo sofocante, justo al mediodía, tras una antológica comilona materna de sándwiches de pavita. Tengo el recuerdo muy nítido de estar con la nariz pegada contra el vidrio de la nursery, mirando la cunita con su nombre.
Nunca hubo entre nosotros celos, competencia, suspicacias, en fin, esas cosas que se dan habitualmente entre hermanos, ya sea que te disputes la porción de pizza más grande o una jugosa herencia (seguramente el hecho de que no haya jugosa herencia haya facilitado las cosas, jiji). En serio: créanme cuando les digo que en treinta y dos años nunca nos distanciamos, ni nos enfrentamos por ningún tema, ni nos criticamos... y eso, que para muchas familias es ajeno, para nosotros resulta absolutamente natural. El mérito no es mío, claro. Leonardo es la persona más buena que conozco. Incapaz de hacer daño, su corazón es enorme, generoso, y adonde quiera que vaya lo quieren, lo aceptan, lo eligen como el mejor compañero.
Yo siempre digo que somos opuestos complementarios. Lo mío es leer, escribir, hacerme la payasa, ser torpe hasta para cerrar la heladera, experimentar con el teatro, subirme a los cordones cuando manejo. Lo de él es la introspección, la habilidad manual, un sublime sentido estético para dibujar y diseñar, la pericia innata para conducir, la facilidad con los números, la timidez para hablar en público. Sin embargo, esas diferencias son sólo aparentes; en lo profundo, en lo importante, debemos ser más parecidos de lo que creo. Sólo así se explican tantos años de fraternidad bien entendida.
Muy feliz cumple, hermano. Lo mejor hoy y siempre, de corazón.
[¡Y gracias por darme material para un post que haga llorar a las abuelas!]

Año 2009