sábado, 30 de enero de 2010

Nos vamos poniendo serios

No se crean que en P&Ch es todo joda, fotitos lindas, chistes con E. Berga, etc. No, señor. Para todo hay un momento, y éste es el momento de la reflexión. Últimamente he tenido la intuición de que a los hombres les sobra el tiempo, mientras las mujeres siempre estamos tironeadas por las obligaciones. Y he podido comprobarlo con un poco de observación amateur en la calle, charlando con mis congéneres, escuchando testimonios varios.
Al hombre, repito, le sobra el tiempo. Miren nomás los negocios, las veredas: parejas, cuando no nutridos grupos, de señores departen alegremente por horas, miran culos, largan risotadas y emiten el vocablo "boludo" a cada rato, cual graznido. Lo que me llama la atención es que no se trata de adolescentes pavotes (a quienes por la edad les están permitidas esas cosas) sino de mayorales de clase media que incluso peinan canas... En contraste, veo desfilar a muchas féminas que también andan por la calle, pero sin detenerse pues van como ekekos cargadas con bolsas de mercado, o bien con los hijos de la mano saliendo del cole, o casi corriendo para no perder el bondi al tiempo que le dan indicaciones a la doméstica por celular.
Puertas adentro, la escena se repite: ellas llevan el stock de los víveres en el rígido de la memoria, mientras que el único rígido de ellos está en la PC, donde atesoran la foto del arquero de Arsenal con el mismo celo que si se tratara de su partida de nacimiento; ellas ven mugre en todos lados y en consecuencia la limpian, mientras ellos no la ven nunca y en consecuencia la multiplican; ellas cocinan, se depilan, preparan la mochila de los chicos, todo al mismo tiempo, mientras ellos tratan de ubicar en su "apretada" agenda ese cambio de cuerito que tienen pendiente hace seis meses... Y así con todo. Lo que arroja como resultado una mujer agobiada y un hombre que puede (como de hecho conozco) ver dos o más películas por semana, aunque trabaja full time y tiene dos niños pequeños.
Desde mi departamento diviso a unos vecinos, todos hombres de distintas edades, que siempre están de jarana y asadito, incluso en días de la semana. Jamás los vi ordenando esa caótica terraza, o baldeando, o entrando el pedido del súper, o pintando las descascaradas paredes. Tampoco tercerizan esas labores (algo totalmente válido). Simplemente para ellos no existen, no las registran. Por lo tanto, les sobra el tiempo para usarlo en otras actividades, sin atisbos de culpa alguna.
Yo no digo que todos los hombres sean vagos avivados ni que todas las mujeres seamos mártires de la fregada. Simplemente digo que hay una tendencia natural que en estos tiempos, con la inclusión de las mujeres en la vida laboral y la no redistribución de lo doméstico, se ha visto exacerbada. Él suele ser más individualista, se concentra en una cosa a la vez, se define muchas veces por el éxito social, externo (por eso salía a cazar); ella suele proteger el clan, defender celosamente lo privado, custodiar lo que nadie ve pero que hace funcionar un hogar (por eso se quedaba en la caverna). Desde luego, nosotras hemos sido funcionales a este despiporre.
Sin embargo, mis queridas, a no desesperar. Puede ser que ahora estemos atiborradas de tareas, pero ellos vivirán menos y podremos salir con amigas libremente, sin angustiarnos porque pilas de ropa sucia se acumulan en el lavadero. ¿No vieron cómo se divierten las jovatas en los cafés, en las excursiones, en los cines? Y sin necesidad de decir "boludo" ni una sola vez...

Señora, reclámelo junto con su título universitario...