viernes, 24 de diciembre de 2010

La corriente del Niño


Compré este pesebre cuando me fui a vivir sola, en 2003. Enfrente de casa había un boliche de lámparas y regalos muy lindos, lamentablemente hoy desaparecido. Entre toda la oferta pesebril se destacaba éste, que venía en blanco o negro, con figuras de distintos tamaños. Me encantaba el más grande, claro, pero el presupuesto sólo me dio para el de muñequitos de diez centímetros, igualmente cumplidores por su originalidad: se trata de un pesebre mexicano, pintado a mano, y los rostros son bien autóctonos, los cabellos negros, etc. No será un casting de Medio Oriente (como debería), pero tampoco esos caucásicos inverosímiles, con Marías rubias y Reyes Magos medio polacos.
Notarán que no puse el Niño. Esta costumbre la "descubrí" en la iglesia Del Salvador, enfrente de Plus Ultra, adonde solía ir a agradecer y a pedir aumentos de sueldo, por ejemplo, porque seguramente allí sería mejor escuchada que en la propia empresa. En diciembre, los jesuitas armaban un pesebre gigante, y dejaban la cuna vacante. Y es viendo eso como uno se da cuenta de qué la van realmente las Fiestas...
Siempre lo armo el 8, junto con el arbolito, y mantengo ese sitio vacío para recordar el milagro de la fe. Y la madrugada del 25, aunque llegue tarde, cansada y con unas Fresitas de más, rescato la figura del cajón de la biblioteca, donde espera para nacer como todos los años, por suerte.
¡Feliz Nochebuena para todos!