domingo, 2 de mayo de 2010

Chinatown


El sábado fui por primera vez al Barrio Chino de Belgrano. La onda oriental no me mata, pero sí me agradan muchos de sus platos típicos y la montaña de baratijas que pensaba comprarme, je. Es un paseo recomendable para comprobar que existe un mundo dentro del mundo. Me quedaba colgada mirando esas lámparas de papel y flequitos, esos gatos que atraen dinero, los menús bilingües, las estanterías de los supermercados surtidísimas de frasquitos vistosos pero llenos de quién sabe qué. Y pensaba: esto que para mí es la cumbre del exotismo, para esta gente es la vida cotidiana. Es loco; imaginen por un momento que en pleno Pekín hay cuatro cuadras de talabarterías, parrillas, boutiques de bombachas gauchas y "todo por dos pesos" donde abundan boleadoras y llaveros de Maradona. Y que todo eso esté invadido por chinos curiosos.
No esperen ninguna revelación onda I-Ching: vayan dispuestos a comer rico y no entender la mitad de las cosas, a revolver a piacere en los canastos de chucherías y a fantasear con comprar una pilchita típica aunque nunca te la pongas...