martes, 2 de febrero de 2010

Las casas por su (feo) nombre

Hay una costumbre simpática, que consiste en ponerles nombres a las casas, generalmente a las de fin de semana o las de veraneo en la costa. Simpática, sí, pero un poco al garete porque, a diferencia de una mascota, la casa no "responde" a dicho nombre. Es decir, no hay como contrapartida un ser vivo que al oírlo se acerque moviendo el rabo alegremente. Tampoco creo que la gente se refiera a las casas por el nombre. Me parece raro que digan "¿Vamos a La Soñada este domingo?"; más bien creo que deben rebuznar algo genérico, tipo "la quinta", "la casa de la tía Chola" o "esa tapera que se compró la insoportable de tu prima", etc.
Sin embargo, se puede caer aun más bajo y bautizar la propiedad en cuestión con un nombre que:

1) le quede grande (cuando le ponen Mi Mundo y es un terrenito de cuatro por cuatro);
2) sea incompatible con la realidad (le pusieron Siempreverde y no crecen ni los yuyos);
3) esté quemado por el uso y abuso (caso Macondo, y el que no sepa qué es Macondo lo guglea *ya*);
4) resulte impronunciable porque juntaron las sílabas iniciales de los nombres de los siete hijos de la familia (Jorferlaucarmauseda);
5) sea directamente feo (y a las pruebas me remito: vean la foto que tomé en Colón y, si son guapos, vayan y pregunten dónde queda el Rancho Mechonga)...